El sol se escurre por la ventana lentamente, mientras sus ojos de cielo buscan atraparlo en una caja de cartón.
- Papi, tápala ya, ¡que se va a quemar! - dice impaciente Sophie, pero él le explica que la película necesita su tiempo de exposición para que la luz se pueda impregnar sobre el papel.
Marie se enrolla en la manta dejándome casi descubierta, las mañanas no son para ella, igual que no lo son para su madre.
Me levanto y cojo las gafas de sol de la mesita, como de costumbre, no me las quito hasta que me termino el té (con leche y una de azúcar) que cada mañana me preparan Sophie y su padre.
Abro la ventana y me dejo acariciar por el frío viento de la mañana, es noviembre y la implacable humedad recubre cada rincón de la calle.
- ¡Maman, que nos estropeas la foto! - me regaña Sophie. Me siento en la cama y sacudo a Marie, ayer me pidió que la llevara a los ensayos, la obra estrena dentro de dos semanas y ya casi no quedan días para practicar.
Me visto mientras hago los calentamientos, Marie se queja y se retuerce en la cama, el pasillo huele a Rodinal y a pan quemado.
lunes, 21 de abril de 2014
Noviembre
El ritual.
Siete años y siete intentos. Como un número mágico, un ritual que se repetía cada año.
Le vi por primera vez en unos de esos cafés entre amigos y semiconocidos, sorbía el té en silencio mientras la nieve helaba las calles. Escuchaba poco y hablaba menos, no parecía sentirse a gusto.
Siete veces me fijé, primero en sus ojos, luego su barba, su boca, sus dedos... hablaba pausada y tranquilamente pero no estaba a gusto, no.
Al año siguiente otra vez sus ojos, su barba, su boca... su novia. Esa vez en una plaza del centro.
Sus dedos, al tercer año. En un escaparate de una galería de aquél barrio, colgaba y alisaba las fotografías de un proyecto antiguo, un work in progress de esos que parece nunca so concluyen por falta de tiempo.
Cuarto, quinto, sexto año y sus ojos, siempre sus ojos. Esos ojos no fueron para mí hasta el próximo año.
Siete intentos me costaron sus ojos, su barba, su boca, sus dedos y su corazón.
Un poco de ti y un poco de ella.
Sabes que de esta vida no te llevarás ni las medallas ni los laureles.
Pero con suerte, de sus caderas sacarás al que llore junto a ella en tu postrero lecho.
Y te cogerá de la mano cuando venga la parca a cortarte el hilo,
y cuando se te enfríe la carne podrás irte tranquilo
sabiendo que has dejado en esta tierra un poco de ti y un poco de ella.
"Dile que sí, aunque te estés muriendo de miedo, aunque después te arrepientas, porque de todos modos te vas a arrepentir toda la vida si le dices que no."
Gabriel García Márquez
Tantos años siguiendo la misma filosofía y tirándome de cabeza siempre con un sí en la boca, un sí sincero, un sí abnegado, un sí sin condiciones. Quizás ahora me toque llenarme de unos cuantos no, de escuchar el miedo que es consejero y protector y empezar a arrepentirme de decir no. Porque del sí, arrepentimientos no he cosechado, pero me he llenado el cuerpo de llagas que aún supuran.
¿Qué sabrán los escritores si con hilos de seda manejan a sus atormentados protagonistas desde sus butacas como dioses en el Olimpo? Con la frialdad del que despieza un pollo para la cena, ¿se puede permitir el cocinero decir al pollo qué sentir?
1, 2, 3, grabando!
Pongamos que empiezo aquí. Como ahora vuelvo a tener motivos para sublimar, creo pertinente retomar este blog que nunca fue.
Empiezo con algo que escribí para recibir este nuevo año.
El camino de regreso.
Mucho ha llovido desde aquella época, poco queda de aquella niña que se mataba en la carrera haciendo secciones y alzados para entregar el proyecto a tiempo. Ni tampoco le queda mucho de aquella nocturnidad, la edad llega llevándose consigo los pocos hábitos bohemios que adoptó en sus tiempos de Escuela.
Decía aquella joven en su descripción que para su futuro próximo soñaba con ganarse la vida como diseñadora. Hoy es diseñadora y se gana la vida enseñando a otros jóvenes a ser diseñadores también. Y sigue estudiando, porque nunca lo dejó, ahora sus planes son hacerse arquitecta.
Otros paisajes, nuevas fronteras, como diría Ismael. Desde el año pasado sus paisajes vuelven a ser los de Brasil y sus fronteras ahora las que quieran sus pies cruzar.
El post del 2006-2007:
Definitivamente, soy un animal nocturno.